Durante el embarazo se debe prestar especial atención a ciertos agentes (teratógenos), entre ellos la radiación, que son capaces de producir anomalías en el nuevo ser que se encuentra en formación cuando la madre se expone a ellos.
La exposición de un feto a la radiación se denomina exposición prenatal a la radiación, y esto ocurre cuando el abdomen de la madre recibe radiación de una fuente externa, cuando ingiere o respira materiales radioactivos y éstos viajan por la sangre, llegando al bebé en gestación por el cordón umbilical, o bien, cuando se concentran en áreas del cuerpo cercanas a la matriz.
Sin embargo, los efectos varían entre cada etapa del embarazo, así que las consecuencias no son las mismas para un embrión de apenas dos semanas, que para un feto de tres meses de gestación.
Entre los riesgos de la exposición prenatal a la radiación encontramos:
Mayor riesgo de cáncer
Los bebés en gestación que fueron expuestos a la radiación presentan un aumento en el riesgo de desarrollar cáncer en un futuro, sobre el riesgo promedio que es del 40 al 50%. Este aumento depende de la cantidad de radiación que haya recibido y la duración de la exposición. Si recibió, por ejemplo, una cantidad equivalente a 500 rayos X de pecho tomados al mismo tiempo, el riesgo aumentará en aproximadamente 2%.
Muerte del bebé
Durante el transcurso de las dos primeras semanas de embarazo, la muerte del embrión representa el principal riesgo de exponerse a la radiación, ya que el futuro bebé está formado por pocas células y de dañarse una de ellas, puede ocasionar la muerte. Pero, si el embrión sobrevive, es poco probable que tenga defectos de nacimiento independientemente de la cantidad de radiación a la que haya sido expuesto.
Defectos de nacimiento
Cuando el feto se encuentra entre las 8 y 18 semanas de gestación, las dosis mayores a 500 rayos X de pecho pueden tener graves consecuencias en la salud del bebé, pero sobre todo en su cerebro, lo cual puede resultar en un coeficiente intelectual más bajo de lo normal e incluso retraso mental severo. También se ha encontrado que los fetos expuestos a la radiación en esta etapa del embarazo, presentan retraso en su crecimiento y un incremento en el riesgo de sufrir otros defectos de nacimiento.
Entre la semana 16 a la 25 del embarazo pueden presentarse consecuencias similares a las descritas para las semana 8 a 18, pero solamente si las dosis equivalen a más de unos 5,000 rayos X de pecho recibidos al mismo tiempo. Si recibe esta dosis, la madre también se ve afectada, mostrando signos de síndrome de irradiación aguda.
Después de la semana 26 de gestación, la sensibilidad del feto a la radiación es parecida a la de un recién nacido, pues en esta etapa el bebé, aunque aún no termina del todo su crecimiento, ya ha terminado de desarrollarse. Por ello, si se expone a la radiación sólo habrá un pequeño incremento en el riesgo de desarrollar cáncer más adelante en la vida.
Hace unas semanas, un equipo de científicos en Japón encontró un extraño pico en los niveles de carbono-14 en los anillos de troncos de árboles. Esto intrigó a los astrónomos, ya que los anillos en que se encontró este isótopo radiactivo del carbono, corresponden al año 774 o 775 A.D., y no hay evidencia de que en esa época haya ocurrido alguno de los fenómenos conocidos capaces de provocar tales niveles de radiación, como son las explosiones supernova y erupciones solares gigantes.
Sin ambargo Jonathon Allen, un especialista en bioquímica en la Universidad de California en Santa Cruz, al escuchar la noticia se le ocurrió hacer una busqueda rápida en Google.
Lo que arrojó la búsqueda fueron unos textos del siglo XIII de la Crónica anglosajona en Avalon Project, una biblioteca en línea de documentos históricos y legales, donde en el texto referente al año 774, Allen encontró que se mencionaba un “crucifijo rojo” que apareció en los cielos “después de la puesta de sol”.
Mientras que algunos especulan que este “crucifijo” podría haber sido una supernova previamente no reconocida que quizá estaba escondida tras una nube de polvo (a lo cual se debería el tono rojizo), otros opinan que las crónicas tempranas pueden ser difíciles de interpretar de manera inequívoca y que bien podría haber sido una visualización de cristales de hielo a causa de la luz del Sol iluminando partículas de hielo a gran altitud en bandas de luz horizontales y verticales.
Fragmento de la página de una versión de la Crónica anglosajona en que se narran acontecimientos del año 772 al 794 A.D., escrita en inglés antiguo. Imagen: MARY EVANS PICTURE LIBRARY
Con la tecnología de los últimos años, enfocada en gran parte al mercado de los dispositivos móviles a los que cada vez más personas tienen acceso, se ha discutido mucho sobre los riesgos potenciales a la salud que representa la radiación de los teléfonos celulares.
El presidente de la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC), Julius Genachowski, busca poner en marcha una investigación formal sobre los estándares de radiación de dispositivos móviles, ya que desde el año 1996, la comisión no ha actualizado sus directrices respecto a los niveles máximos de radiación aceptados en este tipo de dispositivos, siendo que deberían ser revisadas periódicamente dada la rapidez con la que esta industria evoluciona.
La preocupación reside en que, a pesar de que aún no se ha definido si la radiación de teléfonos celulares representa un peligro real, la Organización Mundial de la Salud lo ha considerado como un posible agente cancerígeno, y sin duda es de importancia que se llegue a un consenso general sobre cuáles podrían ser los niveles aceptables.
Ya que durante todo el día llevamos el teléfono en el bolsillo, acercándolo constantemente a nuestro oído y otras áreas del cuerpo adyacentes a órganos sensibles, no estaría de más asegurarse de que los usuarios no se estén exponiendo a dosis de radiación que pudieran causarles cáncer.
Un estudio del MIT (Massachusetts Institute of Technology – Instituto Tecnológico de Massachusetts) sugiere que a una dosis baja, la radiación posee un bajo riesgo al ADN.
Anne Trafton, MIT News Office. Original (en inglés).
Un nuevo estudio de científicos del MIT sugiere que los lineamientos que usan los gobiernos para determinar cuando evacuar a la gente después de un accidente nuclear podrían ser muy conservadores.
El estudio, liderado por Bevin Engelward y Jacquelyn Yanch y publicado en el diario Environmental Health Perspectives (Perspectivas de Salud Ambiental), encontró que cuando los ratones eran expuestos a dosis de radiación a alrededor de 400 veces mayores a los niveles normales por cinco semanas, ningún daño al ADN pudo ser detectado.
Regulaciones actuales de los Estados Unidos requieren que los residentes de cualquier área que alcance niveles de radiación ocho veces más altos que lo normal deben ser evacuados. Sin embargo, el costo financiero y emocional de dicha reubicación podría no valer la pena, dicen los investigadores.
“No hay datos que digan que eso es un nivel peligroso,” dice Yanch, del Departamento de Ciencia e Ingeniería Nuclear. “Este artículo muestra que puedes llegar hasta 400 veces más alto que los niveles normales promedio y aún no se detecta daño genético. Potencialmente podría tener un gran impacto en decenas si no es que cientos de miles de personas en la vecindad de un accidente en una planta de energía nuclear o en la detonación de una bomba nuclear, si encontramos como debemos evacuar y cuando está bien quedarnos donde estamos”.
Hasta ahora, muy pocos estudios han medido los efectos de las dosis bajas de radiación recibidas durante un largo período de tiempo. Este estudio es el primero en medir el daño genético visto a un nivel tan bajo como 400 veces lo normal (0.0002 centigrays, o 105cGy en un año).
“Casi todos los estudios de radiación son hechos con un rápido golpe de radiación. Eso causa un efecto biológico completamente diferente comparado a las condiciones a largo plazo”, dice Engelward, un profesor asociado de ingeniería biológica en el MIT.
¿Qué tanto es demasiado?
La radiación de fondo viene de la radiación cósmica y de isótopos radioactivos naturales en el entorno. Estas fuentes añaden alrededor de 0.3 cGy al año por persona, en promedio.
“La exposición a una tasa baja de radiación es natural, y algunas personas incluso dicen que esencial para la vida. La pregunta es, ¿qué tan altas necesitan volverse las dosis antes de que necesitemos preocuparnos sobre efectos adversos en nuestra salud?” dice Yanch.
Estudios previos han mostrado que un nivel de radiación de 10.5 cGy, el total de la dosis usada en este estudio, produce daño al ADN si se da todo a la vez. Sin embargo, para este estudio, los investigadores esparcieron la dosis durante cinco semanas, usando Yodo radioactivo como fuente. La radiación emitida por el Yodo radioactivo es similar a la emitida por el reactor dañado de Fukushima en Japón.
Al final de cinco semanas, los investigadores probaron varios tipos de daño de ADN, usando las técnicas más sensibles disponibles, Esos tipos de daño caen dentro de las dos clases principales: lesiones base, en las que la estructura de la base de ADN (nucleótidos) es alterado, y rompeduras en la cepa de ADN. No encontraron incrementos significativos en ningún tipo.
El daño al ADN ocurre espontáneamente incluso a niveles de radiación normal, conservativamente a una tasa de alrededor de 10,000 cambios por célula por día. La mayoría del daño es arreglado por los sistemas de reparación de ADN dentro de cada célula. Los investigadores estiman que la cantidad de radiación usada en este estudio produce una docena de lesiones adicionales por célula por día, las cuales parecen haber sido reparadas.
Aunque el estudio terminó después de cinco semanas, Engelward cree que los resultados habrían sido los mismos para exposiciones más largas. “Mi opinión de esto es que esta cantidad de radiación no está creando muchas lesiones para empezar, y ya tienes buenos sistemas de reparación de ADN. Mi opinión es que probablemente podrías dejar a los ratones ahí indefinidamente y el daño no sería significativo”, dijo ella.
Doug Boreham, un profesor de física médica y ciencias de radiación aplicada en la Universidad McMaster, dice que el estudio añade evidencia creciente de que dosis bajas de radiación no son tan peligrosas como usualmente la gente teme.
“Ahora, se cree que toda la radiación es mala para ti, y que en cualquier momento que recibas un poco de radiación, se agrega y tu riesgo de cáncer sube”, dice Boreham, quien no estuvo involucrado en este estudio. “Ahora se está juntando evidencia de que ese no es el caso”.
Estimados conservadores
La mayoría de los estudios de la radiación sobre los que los lineamientos de evacuación están basados fueron originalmente hechos para establecer niveles seguros de radiación en los lugares de trabajo, dice Yanch – lo que significa que son muy conservadores. En los espacios de trabajo, esto tiene sentido por que el empleador puede pagar por la seguridad de todos sus empleados a la vez, lo que reduce el costo, dice ella.
Sin embargo, “cuando tienes un entorno contaminado, entonces la fuente ya no está controlada, y cada ciudadano tiene que pagar por sus propias medidas de evasión de radiación”, dice Yanch. “Tienen que dejar su casa o su comunidad, quizá incluso por siempre. Usualmente pierden sus trabajos, como viste en Fukushima. Y ahí realmente quieres cuestionar que tan conservador quieres ser en tu análisis de los efectos de la radiación. En lugar de ser conservador, tiene más sentido mirar un mejor estimado de qué tan peligrosa la radiación realmente es”.
Esos estimados conservadores están basados en exposiciones agudas a la radiación, y entonces extrapolando lo que podría suceder en dosis más y más bajas, dice Engelward. “Básicamente estás usando un conjunto de datos recolectados basados en exposición a dosis altas agudas para hacer predicciones sobre lo que está sucediendo a dosis muy bajas durante un largo período de tiempo, y no tienes realmente ningún dato directo. Es estar adivinando”, dice ella. “La gente argumenta constantemente sobre como predecir lo que está sucediendo a dosis más y más bajas”.
Sin embargo, los investigadores dicen que más estudios son necesarios antes de que los lineamientos de evacuación puedan ser revisados.
Claramente estos estudios tuvieron que ser realizados en animales en lugar de gente, pero muchos estudios muestran que los ratones y los humanos comparten respuestas similares a la radiación. Por lo tanto este trabajo provee un marco de trabajo para investigación adicional y la cuidadosa evaluación de nuestros lineamientos actuales”, dice Engelward.
“Es interesante que, a pesar de la evacuación de cerca de 100,000 residentes, el gobierno japonés fue criticado por no imponer evacuaciones para aún más gente. A partir de nuestros estudios, predeciríamos que la población que se quedó detrás no mostraría daño excesivo al ADN – esto es algo que podemos probar usando tecnologías desarrolladas recientemente en nuestro laboratorio”, añade ella.
El primer autor de estos estudios es el antiguo posdoctorado del MIT Werner Olipitz, y el trabajo que ha hecho en colaboración con la profesora del Departamento de Ingeniería Biológica Leona Samson y Peter Dedon. Estos estudios fueron patrocinados por el Departamento de Educación y por el Centro para las Ciencias de Salud Ambiental.
Los fetos machos de madres que son expuestas a la radiación durante los inicios del embarazo tienen una posibilidad aumentada de desarrollar cáncer de testículo, de acuerdo a un estudio en ratones en el Centro de Cáncer MD Anderson de la Universidad de Texas. El artículo fue recientemente publicado en PLoS ONE.
De acuerdo a la Sociedad Americana del Cáncer, más de 8,500 casos nuevos de cáncer de testículo son diagnosticados cada año en los Estados Unidos. Durante los últimos 50 años, la incidencia se ha triplicado en los hombres caucásicos jóvenes a través del mundo.
Este estudio comenzó como una examinación de alteradores endócrinos como una causa posible del cáncer de testículo. Los investigadores probaron introducir dos de estas sustancias, el estrógeno Dietilestilbestrol (DES) y el antiandrógeno flutamida. Estos agentes externos debieron causar un incremento en el cáncer de testículo de ratones modificados para ser más sensibles a cáncer por factores externos. Pero los resultados no mostraron ningún incremento. Sin embargo, los investigadores dieron dosis moderadas de radiación, un agente que daña el ADN, a ratones hembras en el medio de sus embarazos, y todos los machos desarrollaron cáncer de testículo, comparado al 45 por ciento de los ratones no expuestos a la radiación. Además, los tumores eran más agresivos y tenían más sitios de origen.
Este estudio sugiere que agentes que dañan el ADN, y no alteradores endócrinos, deberían ser examinados como un factor en la alta prevalescencia del cáncer de testículo.