Un ciudadano responsable no solo comparte cultura, destruye la industria del copyright

Rick Falkvinge
Rick Falkvinge
Rick Falkvinge. Foto: Rickard Olsson

¿Recuerdas el inicio del intercambio de archivos a gran escala? ¿justo en el límite entre los dial-up, los BBS y los sistemas conectados a Internet, como Napster que sólo estaba ganando masa crítica?, Conforme la gente aprendía las habilidades de la cultura de compartir, la industria de los derechos de autor no creyeron que la gente podría seguir haciéndolo por mucho tiempo, esa gente en general preferiría permanecer “honesta”.

“Honesta”.

Esta palabra fue usada por la industria de los derechos de autor, para tratar de conseguir que los ciudadanos cumplan sus mandatos. Honesto. ¿Podría usted creer eso hoy?. ¿Que esta industria se atrevió a llevar esa palabra a su boca?

Por algún tiempo, en realidad pudo haber funcionado. Por supuesto, no para nosotros que trabajamos con la tecnología y conocíamos el compartir como natural y humano, y que establece los estándares de mañana, pero tengo la percepción de que “seguir la ley” se asoció con “ser honesto” en partes de la población.

Eso se desvaneció rápidamente.

La gente se dio cuenta de que “ser honesto” no tenía absolutamente nada que ver con “aceptar la servidumbre en un sistema manipulado”, y “hacer los deseos de una industria completamente corrupta”, sin considerar en absoluto la redacción de la legislación pagada que fue creada por rabietas persistentes de la industria de los derechos de autor.

Así que el concepto de honestidad en el debate fue reemplazado por uno de humanidad y amistad -que las personas buenas comparten, independientemente de las grandes ramificaciones a la sociedad.

Conforme eso se prolongó durante unos pocos años, más y más gente se dio cuenta de que el cielo no se cae como se había afirmado. Por otra parte, la cultura y pequeñas bandas se beneficiaron de eludir a los porteros anteriores. Las consecuencias no fueron negativas. Fueron abrumadoramente positivas.

Esta opinión fue reforzada por los ataques de la Industria de los derechos de autor en todos los canales alternos de distribución que permitieron a la creatividad artística evitar que los intermediarios obtuvieran el 90-95% del pay que ellos habían tomado previamente para ellos mismos.

Algo más sucedió, también: viejos formatos digitales pasaron de moda. Las copias emitidas por la industria se volvieron irreproducibles, especialmente con métodos de protección de reproducción tontos que nunca trabajan de todos modos. De repente, nosotros que habíamos conservado la cultura habíamos logrado algo más; Si no fuera por los llamados piratas, nuestra diversidad cultural se hubiera perdido en el deshuesadero de la tecnología.

Entonces compartir se convirtió en materia de ser responsable como ciudadano. Compartir cultura era no solo una buena obra humana, también era tomar responsabilidad civil para la preservación de nuestro patrimonio común, una responsabilidad que ni la industria ni los gobiernos quisieron llenar.

Pero la guerra de la industria de los derechos de autor sobre el pueblo continuó.

Una observación muy astuta por Ithiel de Sola Pool en un libro de 1984 notó que el monopolio de los derechos de autor no pueden sobrevivir en la era digital sin que se regule duramente las mismas conversaciones. Esto es exactamente lo que las industrias de los derechos de autor han tratado de hacer, y así, este monopolio y su industria se han convertido en el enemigo de la misma libertad de expresión.

Para el año 2010, aproximadamente la mitad de la población fue directamente o indirectamente envuelta en esta preservación de compartir la cultura: muchos en una casa ganaban de una persona tomando dicha responsabilidad civil. En Europa, eso significa 250 millones de personas. Puesto de otra manera, significan 250 millones de votos.

250 millones de votos europeos triunfarán sobre 250 millones de euros en dinero de cabildeo, todas las veces.

Y así, con la guerra abierta de la industria de los derechos de autor sobre las personas, sobre nuestra cultura, y sobre nuestras libertades civiles, hemos llegado al punto donde los ciudadanos responsables no solo comparten y preservan cultura, sino también actúan en defensa de la sociedad para destruir la industria de los derechos de autor.

Cada acto hacia esa meta ayuda, y ahora es un acto de responsabilidad cívica de todos. 250 millones de Europeos haciendo algo pequeño todos los días para destruir esta industria corrupta que se interpone entre nosotros y nuestro futuro hacen una gran diferencia al final del día.

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Fuente
Rick Falvinge en http://torrentfreak.com/ (en inglés)

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